De zocotrocos, cosos y cositos Típico zocotroco dentro de una típica habitación zocotroquera de clase media. Ustedes me corregirán. Lo que me ocupa en esta ocasión son los zocotrocos tal y como yo los conozco y entiendo. Ya me dirán si consideran que estoy errado y es el hambre la que me hace escribir estas pavadas o algo de lo que afirmo aquí es real. Los zocotrocos son cositos que cumplieron doce años. Apenas soplan las velitas, se convierten en zocotrocos. Después, quizás diez o veinte años más tarde, se vuelven cosos. Los zocotrocos –por lo menos el siglo pasado, cuando yo era uno– justo al soplar las doce velitas que se erguían bien ordenaditas sobre la torta de cumpleaños, parecía que también soplaban casi todas las palabras aprendidas. Se quedaban con unas pocas que más bien parecían sonidos guturales. Y se volvían muy tímidos y retraídos. Aparte de la edad, la diferencia entre un cosito y un zocotroco es que el cosito, desde que nace y hasta los doce años, es ...
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